«El problema era que tenías que seguir
escogiendo entre lo malo y lo peor hasta que al final no quedaba nada. A la
edad de 25 la mayoría de la gente estaba acabada. Todo un maldito país repleto
de gilipollas conduciendo automóviles, comiendo, pariendo niños, haciéndolo
todo de la peor manera posible, como votar por el candidato presidencial que
más les recordaba a ellos mismos. Yo no tenía ningún interés. No tenía interés
en nada. No tenía ni idea de cómo lograría escaparme. Al menos los demás tenían
algún aliciente en la vida. Parecía que comprendían algo que a mí se me
escapaba. Quizás yo estaba capidisminuido. Era posible. A menudo me sentía
inferior. Tan sólo quería apartarme de ellos. Pero no había sitio donde ir.
¿Suicidio? Jesucristo, tan solo más trabajo. Deseaba dormir cinco años, pero no
me dejarían.»
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