«Podía ver el camino que se abría
frente a mí. Yo era pobre e iba a continuar siéndolo. Pero tampoco deseaba
especialmente tener dinero. No sabía qué es lo que quería. Sí, lo sabía.
Deseaba algún lugar donde esconderme, algún sitio donde no tuviera que hacer
nada. El pensamiento de llegar a ser alguien no sólo no me atraía sino que me
enfermaba. Pensar en ser un abogado, concejal, ingeniero, cualquier cosa por el
estilo, me parecía imposible. O casarme, tener hijos, enjaularme en la
estructura familiar. Ir a algún sitio para trabajar todos los días y después
volver. Era imposible. Hacer cosas normales como ir a comidas campestres,
fiestas de Navidad, el 4 de Julio, el Día del Trabajo, el Día de la Madre...
¿acaso los hombres nacían para soportar esas cosas y luego morir? Prefería ser
un lavaplatos, volver a mi pequeña habitación y emborracharme hasta dormirme.»
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